El 2019 es un año en el que el elemento agua toma fuerza. El nodo norte de la luna en Cáncer (y dos eclipses en este signo); los tres tránsitos de Mercurio retrógrado en los tres signos de agua; y los aspectos que Neptuno en Piscis hará con Júpiter en Sagitario (3 cuadraturas) y Saturno en Capricornio (tres trinos), nos hablan de que este año el agua y su linaje tiene la palabra.
Contamos también con la tierra de Saturno en Capricornio y Urano en Tauro, y el fuego de Júpiter en Sagitario y Chirón en Aries. Sin embargo, el tono del año está gobernado por el elemento del agua.
El agua es el origen. El agua es el fractal que delinea nuestro sentido de pertenencia a la vida. El agua es la casa de la memoria. El agua ES la vida.
Sin agua no hay hogar. Sin agua no hay pertenencia. Somos y pertenecemos al linaje que honra el agua como el núcleo vital de nuestra existencia. Agua madre. Agua alimento. Agua fecundadora. Agua fertilizadora. Agua movimiento. Agua espejo. Agua relación. Agua amor.
El fruto que nos ha dado la energía transitoria del 2018 es la capacidad de movernos fuera de un tiempo espacio que resonaba con necesidades y valores anclados en el pasado. En este sentido el 2019 todavía tiene sabor a traslado, ya que el deseo emergente que nos ha ofrendado el 2018 nos pide ahora compromiso, dedicación, foco, dirección y sobre todo construcción. ¿qué estamos construyendo?
El 2019 le da la palabra nuestros sentimientos. Durante este año tomamos conciencia de nuestro sentimiento de pertenencia, o no pertenencia. Este año navegamos las aguas de nuestra pertenencia y su sombra : el desarraigo, el aislamiento, la soledad, el exilio, la separación.
Pertenecer implica habitarnos. Habitar un lugar interno. Habitar un lugar colectivo. Un lugar geográfico. Un lugar cósmico. Habitar nuestro cuerpo. Habitar el tiempo.
¿A qué historia pertenecemos? ¿A qué creencias pertenecemos? ¿A qué valores pertenecemos?
¿Qué red sustenta nuestro estar en la tierra? ¿En qué, quiénes, nos apoyamos?
¿Cómo se construye la pertenencia compartida? ¿Sabemos apoyar y apoyarnos? ¿En nosotros mismos? ¿En la tierra? ¿En nuestras relaciones?
¿Es la pertenencia un proceso vincular?
En el 2019 algunos conectaremos con el deseo de habitar una realidad material más próxima a la resonancia de nuestra alma. Muchos tendremos la oportunidad de movernos en dirección de un sueño más íntimo y sutil, más cercano a nuestro corazón.
Para muchos las pérdidas y los duelos honrados del 2018 han liberado un campo energético que hace que nos sintamos más livianos, más abiertos. Esta libertad energética se empieza a articular en una perspectiva, una visión que se abre y aclara nuestro camino. Esta claridad nos ofrenda un sentimiento de confianza, de pertenencia al tiempo que vamos a construir.
Este sentimiento nos habla de que tal vez nos sentimos menos exiliados de nuestra vida, nos sentimos menos marginados de un devenir que podemos y queremos habitar.
Es todo un desafío el sostener este sentimiento cuando las narrativas colectivas nos hablan de tiempos de colapso, cuando somos testigos de cómo el pasado parecer volver feroz a secuestrar nuestro devenir.
¿Cómo sostener el brote de esperanza que nos habita en medio de una realidad externa que debilita nuestra confianza?
De ahí que esta esperanza merece nuestro cuido, nuestra atención, nuestra nutrición para que se abran los canales creativos y expresivos, para que la construyamos paso a paso. Este año nuestra esperanza llama a ser materializada, llama a ser encarnada en acciones y proyectos concretos.
El protagonismo de Neptuno este año -y las tres cuadraturas que hará con Júpiter en Sagitario- nos advierte de los peligros del escapismo y de la adicción al entretenimiento que nos dan un falso sentido de pertenencia a realidades ficticias. Muchos preferimos adormecer el dolor, llenar el vacío, estimular la química de nuestro cerebro con ficciones que ocupan nuestro tiempo con narrativas que sustituyen la realidad que estamos llamado a crear.
Habitamos plataformas de realidades virtuales que nos hacen adictos a falso contactos, nos disocian del cuerpo y nublan nuestra percepción y discernimiento, mientras cada vez más especies -animales y vegetales- se extinguen, desaparecen. Y mientras seguimos envenenándonos con alimentos tóxicos, mientras los mares se desbordan de plástico, mientras la vida se nos escapa, seguimos enganchados a las pantallas virtuales, a los diálogos superfluos, a los fuegos fatuos del encantamiento virtual.
Entonces, este año, también tenemos la oportunidad de romper un hechizo, de salir del secuestro, de reconocer la realidad, aunque duela. Este año puede que duela ver y sentir, sin embargo, es así que el agua despertará en nuestro cuerpo la memoria de nuestra pertenencia. Este año la conciencia del agua nos despierta del falso sueño.
Este año nos pide que estemos al acecho de quien reclama nuestro tiempo. Nos pide que interroguemos quién merece nuestro tiempo. Pide que compartamos tiempo con quienes compartimos el sentimiento del agua, con quienes construimos pertenencia.
La pertenencia es algo que construimos desde lo más profundo de nuestro ser, desde el agua que habita el corazón de nuestros huesos. La pertenencia es un tiempo hecho casa que encarnamos día a día como una práctica, como un deseo, como un rezo.
Pertenecemos a aquello que honra la vida, que honra la continuidad de la vida. Pertenecemos a la creación. Pertenecemos a la tierra y al cosmos. Pertenecemos junto a otros a un tejido, un lugar común del alma planetaria humanitaria. Pertenecer es compartir. Pertenencia es relación.
Este año nos habla de un camino de vuelta a casa. Puede ser literal en la medida en que reconocemos y honramos nuestra necesidad de habitar un tiempo espacio geográfico resonante con nuestros valores y deseos actuales.
Esta vuelta a casa puede ser energética en la medida en que hemos emprendido un camino de retorno a nuestra integridad. Tal vez nos hemos desafiliado de relaciones y situaciones dañinas. Tal vez hemos puesto límites. Tal vez hemos cerrado puertas.
Este movimiento nos ha liberado de compromisos tóxicos que nos estaban alineados con nuestro crecimiento. De ahí que la energía disponible se sienta como un reconocimiento de nuestra esencia. Este reconocer nuestra energía diferenciada de la de otros tiene sabor a casa, tiene sabor a retorno.
De ahí que el agua nos acuna este año en un largo proceso de movernos con gracia, de construir con conciencia, de habitar la esperanza sin perder el pie en la incertidumbre. Porque nuestra barca se mece al ritmo de nuestro corazón. Porque las olas de la incertidumbre externa las navegamos mar adentro. Porque es tiempo agua y nos toca construir la esperanza.
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Feliz año!! Durante este año pasado he tenido la satisfacción de escucharte en los audios de encarnar la voz. Me has parecido marabillosa, muy desde dentro.
Estaba buscando si lo tenías para este año. Pero no lo encuentro. Tengo problemas con la vista y es mucho esfuerzo leer tanto. Por favor si puedes mandarme en audio lo que tengas para este nuevo año. O decirme dónde tengo que pinchar. Mil gracias.
Me llamo Encarnación . Enkar.
Hola Encarnación, en este enlace encontrarás la información de los audios para el 2019 :: https://lunadeabril.com/horoscopos-2019-tiempo-agua-construir-la-esperanza… un abrazo! Paloma
verdadero, me siento muy identificada, gracias!
💞🎁🌟
Bellisimo
Genial!!! Gracias!!!
Agua matriz
Agua calma
Agua memoria
Hola Paloma, aquí cogiendo oxígeno para aprender adentrarme en el océano de la vida.
Muchas gracias por tanto
Hermosisimo, gracias!!!