Cuando Mercurio entre mañana en Piscis sentiremos un cambio de foco de la percepción mental, a la percepción emocional.
Son muchas las emociones que estamos llamados a digerir.
Los pulmones del planeta sufrieron el impacto de los fuegos.
Vivimos el trauma de ser espectadores de la devastación. Devastación de ecosistemas vitales. Devastación de valores vitales. Devastación humanitaria. Interna y externa.
El nodo norte recorre sus últimos grados en Cáncer. Estamos cerrando un ciclo de lecciones evolutivas en torno a la energía de Cáncer.
La esencia del arquetipo de Cáncer es «la custodia del cuido».
Es la fuerza primal cuidadora.
La primera que cuida.
La Madre.
Memoria primigenia.
Origen.
Madre consoladora.
Madre testigo de la humanidad.
Gran Madre que nos has visto crecer.
Tus aguas son nuestras aguas.
Tus lágrimas son nuestras.
Cáncer es el signo de la Luna. Es la marea que mueve las memorias, la que hace que paisajes del pasado se presenten hoy.
Nuestro inconsciente todo lo registra. Todo lo recibe. Todo lo absorbe.
A medida que la luna mengua, emergen emociones. A medida que la luz mengua, la oscuridad se hace más grande.
Si sentimos que entramos en la noche oscura del alma, que sepamos que no estamos solos. Nos sentimos. Nos apoyamos. Nos consolamos. Esta también es la red. Sabernos en la quietud. Sabernos en la incertidumbre.
Y si estamos fuertes, compartamos nuestra energía con quienes atraviesan paisajes emocionales duros, desafiantes.
El cambio vibracional que convocamos colectivamente no solo se da de manera ascendente a través de la celebración de la vida. Este cambio vibracional también se da de manera descendente, a través de la celebración de ceremonias de duelo. Un tiempo para el duelo como parte del ciclo de la vida.
Son las energías de Plutón y Saturno las que mueven los hilos de la gran trama colectiva que vivimos. Tenemos una lección que aprender -¿o recodar?- con relación a la muerte. Junto al sexo y al dinero, la muerte pertenece a la triada de los temas tabú, ahí donde cuesta nombrar y dar la palabra.
En su libro “Of Water and Spirit” Malidoma Somé nos recuerda cómo el pueblo de los Dagara, en Burkina Faso, su tribu, celebra una ceremonia de duelo colectivo una vez a la semana.
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Acompañamos la luna con nuestras aguas, con nuestros cuerpos, con nuestros ciclos. Acompañamos la luna con nuestras intenciones.
A medida que la luna mengua se mueven nuestras emociones.
Estamos en el umbral del Equinoccio el 19/20. Este es el nuevo año astrológico. Este es el umbral de un nuevo ciclo, y de un nuevo tiempo.
¿De qué nos desprendemos? ¿Qué soltamos? ¿Qué permitimos que mengüe en nuestra vida? ¿Cómo acompañamos la despedida? ¿Cómo honramos el duelo?
¿Cómo escuchamos nuestros pulmones?
Tal vez se trata de darle voz a nuestros pulmones. Darle voz a nuestra verdadera voz.
De aquí al 24 de marzo -día de la luna nueva- es un buen tiempo para depurar, reducir, desintoxicar, limpiar, despedir.
Cualquier rencor, remordimiento, culpa, vergüenza, recriminación, queja que envenene la mirada que tenemos sobre nuestra vida, nuestras acciones pasadas, nuestros errores : lo entregamos a la luna. Lo procesamos creativamente. Lo llevamos a la práctica. Hacemos la ofrenda.
Los próximos días – y semanas- pueden ser desafiantes para muchas personas. Hay un sentimiento creciente de incertidumbre. La confusión genera un terreno fértil para la depredación, la manipulación. Con la entrada de Mercurio en Piscis -y su próxima conjunción con Neptuno- estas próximas semanas serán confusas.
Es importante aprender a sostener nuestra energía en medio de ciclos de caos. Estamos en el corazón de un ciclo de caos que nos mueve hacia otro orden, otra realidad. Para poder aceptar esto, hemos de reconciliarnos con la realidad que se desprende. Hay algo que cuesta soltar y que nos confina a la vez.
El tiempo que dure esta fase en la que estamos ahora es incierto.
A nivel astrológico el periodo delicado es el día del Equinoccio, el 19 y 20. También hay que esperar a la conjunción de Plutón y Júpiter -el 4 de abril- para ver la profundidad del impacto que ha tenido -y seguirá teniendo- esta cuarentena global progresiva.
Es probable que la ola mengüe en un mes y medio o dos, y resurja en septiembre, por ejemplo. Hay muchas interpretaciones. Lo importante es cómo manejarnos en el presente; para evitar que la toxicidad colectiva del miedo escale al pánico.
Está en nuestras manos -y responsabilidad individual- el aportar para sostener el equilibrio.
Que lo que sea que atravesemos, lo respiremos juntos.
La sintonía del silencio de la tierra con nuestro silencio interior, abre un espacio para que lo reconozcamos, lo habitemos, lo cuidemos. Esta vibración acoge el amor y la pena, la fiesta y el duelo, es el espacio compasivo de unificación.
Mercurio es el mensajero, el que nos guía siempre cerca del Sol, nos recuerda el camino de retorno a la fuente. El mensajero alado es el único dios que puede entrar y salir del inframundo. Cuando entre en Piscis, entramos en las aguas de una iniciación personal y colectiva.
El gran potencial de Mercurio en Piscis es transformar la emoción del duelo en devoción. La alquimia devocional que se nutre de la humildad de la verdadera entrega.
La energía pide ser sostenida desde abajo, cerca de la tierra, con corazones enraizados para sostener el cambio en equilibrio. La red lo pide.
Soltemos, vaciemos, lloremos. Es nuestra agua. Hagamos ofrenda de nuestro duelo.
Ahí nuestro corazón se abre, se expresa, se recicla la energía. La ofrendamos a la tierra a la vida.
A partir del 24, día de la luna nueva en Aries, entonces será tiempo de levantar la energía, de iniciar algo. Por ahora la ceremonia es íntima. Es interna. Es agua adentro.
gracias siempre por tu sabiduría